Un ejemplo de rendición

Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado, sino que con toda confianza, aun ahora, como siempre, Cristo será exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte. Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Pero si el vivir en la carne, esto significa para mí una labor fructífera, entonces, no sé cuál escoger. Porque de ambos lados me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor.

Filipenses 1:20-23


Una de las pasiones que tengo es la lectura, me encanta introducirme en este mundo y viajar con cada libro que leo. Los libros no solo nos enseñan, además nos permiten imaginar las cosas que leemos, por ejemplo, si leemos sobre aventuras, inmediatamente en nuestra mente aparecen imágenes de cada escena como si fuera una película, o por lo menos es lo que me sucede a mí.

Disfruto de cada libro tanto como si hiciera parte de la historia, como si conociera a los protagonistas o como si hubiera sido escrito directamente para mí. Hubo una época en mi vida donde me gustaba buscar biografías de cristianos del pasado y sumergirme en cada una de sus historias. Existen aquellas que te dejan atónita, y hasta llegas a pensar ¡mi vida es tan banal!

Leer biografías de puritanos y mártires confrontan mucho mi corazón. En estos tiempos modernos, donde vivimos tan acomodados, donde olvidamos y hasta en ocasiones perdemos el enfoque de lo que sí vale la pena, lo que vale nuestro tiempo y nuestra vida: vivir para Cristo y morir por Él.

Cuantas enseñanzas hay en cada biografía: devoción, entrega, sometimiento, amor por Dios y por otros, negarse a sí mismo, rendición, sufrimiento etc. Dejarlo todo por Cristo y por Su evangelio. Hoy quisiera compartir la historia de Betty Stam, una creyente la cual su historia me conmovió profundamente y cada vez que la leo, tiene el mismo efecto. Es cierto que no todos somos llamados a ser misioneros en lugares remotos llenos de peligro, pero también es cierto que todos estamos llamados a vivir vidas que se rindan por completo a Cristo en fe. Rendirse es creerle a Dios cada una de sus Palabras, abrazarlas y caminar por ese camino que Él trazó para nosotros, ¡aunque nos cueste la vida! Betty Stam entendió ese llamado y aquí está su historia:

Betty nació en Michigan, Estados Unidos, pero creció en China, junto a sus padres que eran misioneros. A sus 17 años, regresó a los Estados Unidos para cursar el último año de escuela secundaria, y proseguir con estudios en el Instituto Bíblico Moody. Betty siempre asumió que serviría como misionera en China, pero en un momento dado de su vida, el Señor comenzó a llamar su atención hacia África, especialmente al sufrimiento de los leprosos. Al mismo tiempo, comenzó a sentirse atraída por un joven llamado John Stam, quien tenía planes de ser misionero en China.

Dios hizo muy claro su llamado para ir a China a Betty, y después de completar sus estudios en 1931 regresó a servir con la Misión al Interior de China. Cuando fue asignada a una estación misionera en el interior, partió para China y escribió: «Cuando nos consagramos a Dios pensamos que estamos haciendo un gran sacrificio y que estamos haciendo mucho por Él cuando en realidad solo estamos soltando algunas baratijas a las que nos habíamos aferrado; y cuando nuestras manos están vacías, Él las llena con Sus tesoros».”

¡Wow, tal era su convicción!

“Aunque tanto ella como John Stam habían expresado sus sentimientos el uno por el otro, John aún debía completar un año de estudios. Betty se fue a la China sin un compromiso formal entre ellos, el asunto del matrimonio aún seguía en el aire y decidió dejar su futuro en las manos de Dios. La oración de Betty se hizo muy conocida y hasta el día de hoy sigue siendo usada por cristianos que están dispuestos a todo por amor a Cristo: Señor, renuncio a mis planes y propósitos personales, a todos mis deseos, esperanzas y ambiciones; y acepto tu voluntad para mi vida. Te entrego mi vida, mi todo, por completo a ti, para ser tuya por siempre. Te entrego todas mis amistades para que tú las guardes; todas las personas a quienes amo han de ocupar un segundo lugar en mi corazón. Lléname ahora y séllame con tu Espíritu. Obra por completo tu voluntad en mi vida a cualquier costo, porque para mí el vivir es Cristo. Amén.”

Sus palabras retumban en mi interior, ¿seremos capaces de tal rendición? Dejar nuestro pequeño mundo cómodo para vivir para la gloria de Dios. Leyendo la biografía de Betty y su esposo John a mi esposo, mientras íbamos en el auto, lágrimas corrían por mis mejillas y nos decíamos ¡que cómodos vivimos y cuánto amor nos falta por el Evangelio, por los perdidos! Espero que tú llegues a la misma conclusión al final de la historia. Continuemos:

En 1932, John se embarcó hacia China para servir como misionero, después de sus estudios, ese año pronunció el discurso de graduación y dijo: « ¿Nos atrevemos a avanzar bajo las órdenes de Dios ante lo imposible?». En otoño se embarcó hacia Shanghái. Al llegar descubrió que los comunistas estaban ganando terreno, los misioneros estaban en movilización. Pudo al fin reunirse con Betty. Finalmente se casaron en octubre de 1933 y sirvieron juntos en la provincia Anhui. Durante el día visitaban comunidades cercanas para compartir el Evangelio; durante las noches, ayudaban a dirigir reuniones con otro misionero del área. El trabajo era difícil, debido a que el área era montañosa y las personas en extremo pobres, pero los Stam se regocijaban ante la oportunidad que Dios les había dado de compartir las buenas nuevas de Cristo.

El 11 de septiembre de 1934, nació su hija Helen Priscilla. Solo tres meses después, John y Betty junto a su hijita recién nacida fueron arrestados por soldados comunistas hostiles. Después de pasar la primera noche en una prisión local, esa noche en la cárcel, la bebé lloró. Cuando los guardias amenazaron con matarla, un anciano chino, también preso, intervino. Los guardias le preguntaron si era tan audaz como para morir por el bebé extranjero; él asintió. El hombre fue asesinado a machetazos en el acto. 

Fueron forzados a caminar doce millas con los soldados hacia otra ciudad. Finalmente se detuvieron a pasar la noche.

Betty Stam sostenía a su bebe en los brazos mientras cantaba con suavidad, muy consciente de que era su última noche juntas. Su marido, John, atado a la baranda de la cama, tampoco podía dormir. Hacia solo dos semanas que habían llegado a su puesto de misión con Helen Priscilla de tres meses llenos de esperanza y ansiosos por el ministerio. Pero esa noche de invierno sus canciones de cuna eran silenciosas, eran lamentos de despedida porque al día siguiente morirían. Esa noche se le ordenó a Stam que les escribiera a los líderes de la misión para exigirles $20 000 dólares por el rescate. Concluyó la nota plenamente consciente de que los rescates nunca se pagaban con: «El Señor los bendiga y los guíe. En cuanto a nosotros, sea glorificado Cristo o por vida o por muerte».

La mañana siguiente, antes de irse Betty escondió su bebé en la casa, dentro de una pequeña bolsa de dormir. Y luego John y Betty marcharon por las calles de la ciudad, con las manos firmemente atadas, y despojados de su ropa exterior. El jefe de correos local, les preguntó a dónde iban. Para entonces, Stam de seguro conocía las intenciones de los soldados, le respondió: «No sé ellos a dónde van, pero nosotros vamos al cielo».

“Los Stam fueron conducidos a su ejecución. Un médico cristiano local se acercó a los soldados para pedir clemencia por los misioneros, lo amenazaron y entonces John intercedió por el médico. El líder comunista ya había escuchado suficiente. Cuando John rogó a los soldados que no mataran al hombre, el líder comunista le ordenó arrodillarse, y lo decapitó con una espada. Betty atada, cayó al lado de su esposo, ni un grito salió de sus labios. Momentos después, la misma espada que había matado a su esposo puso fin a su vida. La bebé Helen fue descubierta treinta horas después por un pastor local; estaba a salvo, a pesar de haber pasado todo ese tiempo sin comer. Entre sus pertenencias, el pastor encontró ropa y dinero sujetado con un alfiler en el pañal. Betty, durante la última noche de insomnio, había hecho todo lo posible por consolar y cuidar a la niña que sabía que dejaba atrás. El pastor escondió a la niña en una cesta de arroz y llevó a Helen con sus abuelos, quienes seguían sirviendo en China.”*

Betty tenía veintiocho años cuando fue asesinada, no creo que Betty pudiera imaginar siquiera lo que su oración costaría, cuál sería el precio de su rendición total a Cristo: “Obra por completo Tu voluntad en mi vida a cualquier costo.” Aunque el precio fue alto, Betty conocía verdaderamente a su Señor, tanto que estaba completamente confiada en lo que Él haría, aun cuando dejó a su hija para salvarle la vida, con la plena convicción que Dios guardaría de ella.

Los cuerpos de John y Betty fueron hallados y enterrados. En la tumba de Betty está escrito: “para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” Filipenses 1:21 “Se fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” Apocalipsis 2:10. No sé como ha quedado tu corazón después de leer o escuchar esta historia, ¿querrás irte a las misiones? ¿Dispuesta a pagar el precio a la total rendición a Cristo? Tal vez no necesariamente estamos llamados a pagar con nuestras vidas, pero ¿qué estamos haciendo con ella? ¿Refleja ella una rendición total a Cristo en mi diario vivir? Te animo a meditar en ello y que esta conmovedora historia aliente tu corazón, para despojarte del mundo cómodo donde vives y llevar a otros a conocer a Cristo.

Comprométete a orar por los hermanos misioneros, por todos aquellos que padecen persecución, que están en lugares donde su fe debe ser escondida, que son martirizados por el Evangelio, y donde tu estés haz brillar la luz de Cristo, ese puede ser un gran comienzo.

Andrea Reyes de Vasquez.

*Fuente de la Biografía: Aviva nuestros corazones: “25 mujeres que impactaron el mundo para Cristo:

Betty Scott Stam | Una vida de rendición.

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